Si hay un músculo del alma, debería ser el diafragma. Es el pistón del primer acto de vida (la respiración); sus pilares inferiores comunican con la fascia del psoas “donde la marcha se encuentra con la respiración” (Thomas W. Myers), y además es la cama del corazón.
El diafragma es un gran músculo plano que, junto con otros sinergistas, se encarga de la respiración. Situado en el interior de la caja torácica, separa, a modo de bóveda, las cavidades torácica y abdominal, insertándose en varios puntos del esternón, de las costillas (estas fibras se entrelazan con el transverso abdominal) y de las vértebras (mediante dos pilares, donde se encuentra con el psoas). Además tiene abiertos unos orificios para el paso de vasos sanguíneos, de nervios y del esófago. Cuando inhalas, el diafragma se contrae y agranda el espacio disponible en la cavidad torácica y el aire entra en los pulmones a través de la tráquea para llenar el vacío resultante. Después de la inhalación, el diafragma se relaja y el aire es exhalado acompañando el vaciado los pulmones.
Al ser un músculo tónico e involuntario tiende a la rigidez, algo a tener en cuenta ya que existe una relación directa entre el estado de tensión-relajación del diafragma con la sensación de tensión-relajación a nivel emocional. Y es que, según nos encontremos anímicamente, así respiramos y viceversa. El día a día o las situaciones estresantes repercuten sobre nuestra forma de respirar, haciendo que el diafragma se tense en exceso y, por ello, acortando sus fibras. Esto afectará a nuestra actitud postural, y se reflejará en nuestro sistema emocional. Ya que, si su principal función es mantener la ventilación, por su carácter vital, la segunda es el mantenimiento de la postura. Por su posición, se convierte en una de las piezas a tener en cuenta en la variación de las diferentes curvaturas de la columna y sobre la estática corporal, principalmente por el cambio de presiones que se producen en las cavidades torácica y abdominal y, también, por su influencia sobre la posición de los diferentes segmentos vertebrales. Esta función no sería completamente eficaz sin el principal elemento estabilizador, la musculatura abdominal, que durante el descenso del diafragma se encargará de contener y limitar el desplazamiento de las vísceras de la cavidad abdominal. Así, la acción antagonista-sinérgica de los músculos abdominales es indispensable para la eficacia diafragmática (Kapanji, 2007).
En estas sinergias entre el diafragma, los músculos accesorios de la respiración, la musculatura abdominal y la del suelo pélvico, es en lo que se basa el trabajo hipopresivo. Este se realiza, básicamente, realizando una apertura costal, manteniendo el espacio intra-abdominal con la mínima cantidad de aire (apnea exhalatoria). En esta falsa espiración, el diafragma se abre como un paracaídas, generando un estiramiento que tracciona las vísceras, coactiva la musculatura abdominal postural (transverso y oblicuos internos fundamentalmente) y el suelo pélvico. Genera además una aspiración, a modo de jeringa, que descomprime espacios, ayudando a la vascularización y a la liberación de presiones. De ahí su nombre: hipo (baja) presivo (presión).
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Además de este trabajo muscular a nivel interno, las pautas posturales en su realización ayudarán a la mayor implicación de las cadenas musculares adyacentes, generando un efecto de estiramiento más global y facilitando la conciencia sobre el cuerpo en general y, de manera más específica, sobre la respiración. Tras unas sesiones de entrenamiento, al realizar los ejercicios hipopresivos llegamos a un estado de concentración y quietud (producto de las apneas, la activación postural sostenida y el efecto de tracción con el vacio de presión interno) por el que obtenemos unos resultados muy positivos sobre el sistema emocional.
En definitiva: para respirar mejor necesitamos un diafragma funcional, lo suficientemente relajado. Tanto la aspiración diafragmática (vacío abdominal), como las posiciones en las que se realizan los hipopresivos (activación de la cintura escapular) facilitan el estiramiento de la cadena miofascial anterior y, al mismo tiempo, reequilibran la musculatura en la zona posterior, sobre todo a nivel dorsal y lumbar.
Por ello, el entrenamiento de los hipopresivos no solo es una forma diferente y eficiente de tonificar nuestra faja abdominal, aportando mejoras a nivel estético, también estaremos mejorando nuestra calidad de vida, relajando un músculo que tiene funciones vitales y posturales.
Mediante los ejercicios hipopresivos, en pocas semanas, podrás comprobar cómo la forma y distribución de tono entre el abdomen y la caja torácica se modifica y como mejoras la conciencia sobre tu respiración, atendiendo al que podemos llamar verdadero músculo del alma.
Rebeca Maroto Sánchez
- CALAIS-GERMAIN, BLANDINE. (1994) ANATOMIA PARA EL MOVIMIENTO, Tomo 1, La Liebre de Marzo.
- MYERS, THOMAS. (2015) VIAS ANATÓMICAS. MERIDIANOS MIOFASCIALES PARA TERAPEUTAS MANUALES Y DEL MOVIMIENTO, España: Elsevier
- KAPANDJI, I. A. (2007) FISIOLOGÍA ARTICULAR. Tomo 3 Madrid: Panamericana
- MANUAL FORMATIVO HIPOPRESIVOS FEDA SEVILLA